martes, agosto 31, 2010

El Bicentenario: una oportunidad para preguntarnos por la Solidaridad


Pocos aspectos de la vida social son tan queridos como lo es la Solidaridad para los trabajadores sociales, en ellos me incluyo.

Hoy por hoy, nuestras vitrinas y televisores ya se encuentran inundadas de un inusitado patriotismo, pero creo que es necesario volver a la esencia de nuestro Bicentenario. ¿Qué hubo en la mente de esos patriotas (muchos de ellos jóvenes) que estuvieron dispuesto a dar la vida por su país? Y la pregunta actual ¿Qué hay en nuestros corazones que nos hace creer que Chile puede ser más?

Camino por Talca con mi hija, nos cruzamos con otros padres en iguales condiciones: con frío, corriendo al trabajo o al colegio. Nosotros, camino a la celebración del día del niño. Un poco más lejos, en los kioscos, observamos los titulares de los diarios: comentarios a la última encuesta Casen, los resultados de los programas de televisión y un sucedáneo de felicidad, expresada en noticias de la denominada “farándula criolla”.

Pocos días después, nos sorprende la noticia de los 33 mineros atrapados en una mina cercana a Copiapó. Chile entero se entristeció. No importa dónde nos encontráramos, de igual manera nos emocionamos con los relatos de las familias y compañeros de trabajo de estos esforzados empleados de la gran minería nacional.

Cómo no observar que Chile es diverso, y no sólo una larga y angosta faja de tierra. Hemos llegado al Bicentenario con nuevas preguntas y por cierto nuevos desafíos, pero carecemos de respuestas consensuadas. Hace unos años, como sociedad, nos planteamos el desafío de terminan en 2010 con los campamentos en Chile, y créanme, me avergüenza decir que no le cumplimos a los niños, a los hijos de Chile. Planteamos, terminar con la pobreza extrema y créanme, tampoco fuimos capaces de hacerlo. ¿Qué nos falta para construir el derrotero compartido y acabar con los elevados niveles de exclusión?

Es cierto la última encuesta Casen detectó un aumento en la pobreza e indigencia, pero también un aumento en la brecha entre ricos y pobres. Es también cierto que los chilenos hemos optado a una mejor calidad de vida, pero paralelamente aparecen estudios que demuestran una alta concentración de capital económico en 4 familias de nuestro país.

La educación también ha sido “tema” en las semanas previas al Bicentenario, recetas para mejorar han sido ampliamente difundidas. Por doquier han aparecido formulas para el éxito de la nueva política educacional. Un elevado número de publicaciones han mencionado la palabra “resultados”, pero un escaso grupo ha puesto el énfasis en aquello que podríamos llamar “formación para la vida”, en palabras de Gabriela Mistral una educación concebida como “la más alta de las poesías”.

Concordemos en que Chile está en buen pie para afrontar los próximos cien años. Lleguemos al acuerdo que nuestro país es cada día mejor. Dejemos que algunos digan que la crisis post terremoto ya ha sido superada. Pero, hagamos la pregunta sobre lo más importante de vivir en este largo, pero también frágil país: ¿Cómo está nuestra vida en comunidad?

Hoy se elevan los emprendimientos individuales y se minimizan las demandas colectivas. En el Chile del Bicentenario vales más por lo que tienes que por quién eres.

Toda esta vuelta anterior fue para invitar al lector a hacernos la reflexión sobre la solidaridad. Aquel concepto que recordamos en periodos de Teletón o de catástrofe natural (en buena hora que así sea), pero que escasamente incorporamos en nuestra vida cotidiana. Pues si así fuera, por dar un ejemplo, no requeriríamos que la inspección de trabajo supervisara las minas del norte, o los predios agrícolas de la zona central y sur del país. Si la solidaridad, fuera transversal en nuestro país, ya hubiésemos participado del último traslado de campamento a casa propia o bien con emoción, habríamos aplaudido el término de la pobreza extrema.

Me entusiasma (como ya lo he dicho antes) el trabajo de los jóvenes de un Techo para Chile, porque sin más capital “que una pala y un sombrero” impactan positivamente no sólo en los resultados de las encuesta de medición de la pobreza, sino también en la vida social de las personas de los campamentos o de las zonas afectadas por el terremoto.

Podría seguir, pues pocos temas me apasionan más que éste. Pero mi intención es dar una revisión sincera y objetiva a nuestros compromisos individuales en la construcción de una sociedad nueva.

Este es el Chile del Bicentenario, con diferencias e inequidades, pero que quiere caminar unido hacia el desarrollo y la igualdad. Al respecto, recordando al episcopado chileno “creemos que la primera e indispensable condición debe ser la de trabajar juntos, sin que nadie quede excluido y donde todos puedan aportar sus talentos creativos y eficientes que permitan superar las desigualdades sociales que aún persisten en nuestro país, a fin de que cada compatriota tenga un sitio reservado en ella” (Chile, una mesa para todos).


Marcelo Pinochet. Publicado en Revista Comunicando, Agosto de 2010

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